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jueves, 28 de julio de 2016

UN POQUITO DE LENGUA... El tiempo de Maricastaña

El tiempo de Maricastaña

Por Ricardo Soca ///
Cuando hablamos del tiempo de Maricastaña nos referimos a una época muy lejana, pero pocos saben quién fue ni en qué época vivió Maricastaña. Se citan «crónicas muy detalladas» registradas allá por el siglo XIV en Galicia, según las cuales habría existido en Lugo una rica terrateniente llamada María Castaña, casada con un tal Marín Cego.
Esta señora, que era mujer de armas tomar, participó activamente en las luchas de los hacendados contra los tributos abusivos cobrados por el obispo Pedro López de Aguiar. Según las crónicas, Maricastaña (así la llamaban) mató en una reyerta, con ayuda de su marido y de sus dos cuñados, al recaudador del obispo, Francisco Fernández. Un relato fechado el 8 de junio de 1386, documentado en los archivos de la diputación de Lugo, narra que ese día Maricastaña confesó sus delitos y fue condenada a donar todos sus bienes a la catedral.
A pesar de la vasta documentación existente en los archivos parroquiales de Lugo, no ha faltado quien afirmara que esta señora nunca existió, que solo sería un personaje de una leyenda celta, cuyo nombre era, en inglés, Auburn Mary (algo así como «María de color castaño»).
En todo caso, se trata de una historia muy, muy antigua… del tiempo de Maricastaña.

domingo, 24 de julio de 2016

101 libros para leer antes de morir

Ilustración de Pericolli

A
• Edgar Allan Poe: Cuentos
• Leopoldo Alas Clarín: La Regenta
• Jane Austen: Orgullo y prejuicio
• Paul Auster: Leviatán
• Julián Ayesta: Helena o el mar del verano
B
• Pío Baroja: Las inquietudes de Shanti Andía
• Giorgio Basanni: El jardín de los Finzi-Contini
• Ambrose Bierce: Cuentos de soldados y civiles
• Adolfo Bioy Casares: La invención de Morel
• Jorge Luis Borges: Ficciones
• Ray Bradbury: Farenheit 451
• Emily Brontë: Cumbres borrascosas
• Bryce Echenique, Alfredo: La vida exagerada de Martín Romaña
• Mijail Bulgakov: El maestro y Margarita
• Dino Buzzati: El desierto de los tártaros
C
 G. Cabrera Infante: La Habana para un infante difunto
• Louis F. Celine: Viaje al fin de la noche
• James M. Cain:  El cartero siempre llama dos veces
• Albert Camus: El extranjero
• Blaise Cendrars: La mano cortada
• Italo Calvino: Las ciudades invisibles
• Truman Capote: A sangre fría
• Lewis Carroll: Alicia en el País de las Maravillas
• Camilo J. Cela: La familia de Pascual Duarte
• Miguel de Cervantes: Don Quijote de la Mancha
• Coetzee, J.M.: Desgracia
• Wilkie Collins: La dama de blanco
• Joseph Conrad: El corazón de las tinieblas
• Benjamín Constant: Adolfo
• Julio Cortázar: Rayuela
• Raymond Chandler: El largo adiós
• Anton Chéjov: Cuentos
• Chesterton: El hombre que fue jueves
• John Cheever: La edad de oro
• Agatha Christie: El asesinato de Roger Ackroyd
D
• Charles Dickens: Papeles póstumos del Club Pickwick
• Daniel Defoe: Robinson Crusoe
• Denis Diderot: Jacques el fatalista
• Alfred Döblin: Berlín Alexanderplatz
• John Dos Passos: Manhatan Transfer
• Fiodor Dostoievski: Crimen y castigo
E
• Umberto Eco: El nombre de la rosa
F
• William Faulkner: Santuario
• Gustave Flaubert: Madame Bovary
G
• H. G. Wells: La guerra de los mundos
• Carlo Emilio Gadda: El zafarrancho aquel de Vía Merulana
• G. García Márquez: Cien años de soledad
• Wolfgang Goethe: Werther
• Graham Green: El poder y la gloria
H
• Dassiell Hammett: Cosecha roja
• Nathaniel Hawthorne: Wakefield y otros cuentos
• Ernest Hemingway: París era una fiesta
• Patricia Highsmith: Extraños en un tren
• Aldous Huxley: Contrapunto
I
• John Irving: El mundo según Garp
J
• Henry James: La copa dorada
• James Joyce: Retrato del artista adolescente
K
• Phillip K. Dick: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?
• Franz Kafka: La metamorfosis
L
• Carmen Laforet: Nada
• G.T. di Lampedusa: El Gatopardo
• Jack London: La llamada de la selva
M
• Norman Mailer: Los desnudos y los muertos
• Thomas Mann: La montaña mágica
• Juan Marsé: Si te dicen que caí
• Herman Melville: Moby Dick
• Eduardo Mendoza: La ciudad de los prodigios
• M. Mujica Láinez:  Bomarzo
N
• Vladimir Nabokov: Lolita
O
• Juan Carlos Onetti: Dejemos hablar al viento
• George Orwell: 1984
P
• Benito Pérez Galdós: Fortunata y Jacinta
• Thomas Pynchon: La subasta del lote 49
• Marcel Proust: En busca del tiempo perdido
Q
• Raymond Queneau: Zazie en el metro
R
• Mercè Rodoreda: Espejo roto
• Joseph Roth: La marcha Radetzky
• Philip K Roth: El lamento de Portnoy
• Juan Rulfo: Pedro Páramo
S
• Françoise Sagan: Buenos días, tristeza
• Antoine de Saint-Exupery: El Principito
• J.D. Salinger: El guardián entre el centeno
• Leonardo Sciascia: Todo modo
• F. Scott Fitzgerald: El gran Gatsby
• William Saroyan: La comedia humana
• Ramón J. Sender: Imán
• William Shakespeare: Hamlet
• John Steinbeck: Las uvas de la ira
• Stendhal: La Cartuja de Parma
• Laurence Sterne: Aventuras del caballero Tristram Shandy
• Robert L. Stevenson: La isla del tesoro
T
• Leon Tolstoi: Guerra y paz
• Mark Twain: Las aventuras de Tom Sawyer
V
• Mario Vargas Llosa: Conversación en la catedral
• Julio Verne: La vuelta al mundo en 80 días
• Boris Vian: La espuma de los días
• Voltaire: Cándido
• Kurt Vonnegut: Matadero Cinco
W
• Mika Waltari: Sinuhé el egipcio
• Virginia Woolf: La señora Dalloway
Y
• Marguerite Yorcenar: Memorias de Adriano

martes, 14 de junio de 2016

Descubre por qué no venden helado de uva

El helado es uno de los postres más ricos que el ser humano pueda degustar. Se tiene registro de que la primera heladería abrió en 1686, bajo el nombre de Café Procope, en París. Su dueño, Francesco Procopio dei Coltelli, un siciliano que prepara café y helados, se volvió famoso. Comenzó preparando de vainilla y chocolate, hasta llegar a incorporar otros sabores al postre frio. Pero, ¿algunas vez te fijaste en que no hay helado de uva?
Robert Green, el creador del refresco de helado, se trazó la meta de complacer a su clientela con un refresco de helado con sabor a uva. Cosa imposible porque esta fruta tiene una molécula llamada antocianina, lo que impide el congelamiento de la misma. Por más que haya intentado el señor Green, no pudo lograrlo. Simplemente no se congelaba de ninguna manera.
La empresa Baskin Robbins también lo intentó y falló, como era de esperarse. La compañía Ben & Jerry, en 1976 bajo la responsabilidad de un hombre llamado Ben, trabajó en el sabor. Todo por tratar de complacer a una mujer a quien él había prometido crear cualquier sabor de helado, ella pidió uno de uva, pues era su fruta favorita. Él conocía el difícil reto del helado de uva y llegó a pensar que no cumpliría la meta.


Sin nada qué perder, trabajó en ello. Comenzó a incluir la cáscara de las uvas para probar. Su experimento dio resultado y obtuvo el congelamiento. A mayor cantidad de antocianina, más fácil congela. Este era el truco y lo había conseguido gracias a las cáscaras donde se concentraba la molécula, todo esto sin tener mucho conocimiento científico sobre el tema.
La chica quedó impresionada con lo que Ben había hecho, la complació y él supuso la tenía en sus manos. Pero, sin darse cuenta, Ben hizo algo terrible. La mujer le dio a probar el helado a su perro y cuando quiso ofrecerle nuevamente, este yacía sin vida. La antocianina es veneno para perros y debido a la falta de conocimiento científico, el hombre desconocía totalmente este dato. Inmediatamente, Ben supo que su creación estaba perdida y que había destruido cualquier posibilidad, por mínima que fuese, de estar con aquella mujer.
Como buen ciudadano, informó a la industria farmacéutica el resultado y en 1982, se prohibió la producción de helados de uva, natural o artificial, no era permitido investigar sobre este sabor hasta que se descubriera más sobre los peligros para la salud. Actualmente, algunas heladerías sirven este sabor porque no es dañino para el ser humano.
Solo recuerda no compartir con tu perro, y mucho menos darle una uva.

Fuente: porquenosemeocurrioantes.com