En esta obra recrea la historia de Ovidio quien, acusado de corromper con su poesía a la juventud romana, fue desterrado por el emperador Augusto a la ciudad de Tomis, en el país de los dacios, la actual Rumania. Allí el poeta vive entre la nostalgia de Roma y el descubrimiento del pueblo geta que, en su sencillez, va abriendo su corazón hacia nuevas esperanza. Parece evidente que Vintila Horia pretendió y lo consigue, en esta portentosa recreación del destierro de Ovidio, apuntar a la situación del hombre actual. El exilio no es sólo una condena, sino la posibilidad de llegar a la frontera de la tierra libre. Como señala el protagonista: "Augusto nos ha dado un Imperio, pero nos ha quitado el alma".
Pero como recuperar el alma si Roma tiene multitud de dioses pero nadie se acerca a ellos para rezar. Por eso dice Ovidio: "Se necesitarían nuevas palabras, una nueva visión de la vida y una religión nueva para poder crear un nuevo lenguaje y expresar lo que los hombres de hoy sienten en el fondo de sus corazones y que su ignorancia les impide manifestar por medio de juicios y palabras". La decadencia del Imperio coincide con una atmósfera en la que se está a la espera de una revelación. Por todas partes aparecen indicios de que algo ha empezado a cambiar e incluso llegan noticias de oráculos que hablan de una Mesías judío. Era una necesidad. "Esto no podía durar mucho tiempo. Nuestros sufrimientos tenían un límite y, si ese Dios existía, tenía que apiadarse de nuestras desgracias y hacernos una señal. O quizás ese silencio quisiera significar que Dios no existía. O que todo eso, los muertos, el infinito dolor, el infinito silencio, tenían un sentido que nuestra razón no podía captar". De forma precisa plantea Ovidio la situación del hombre de entonces y de ahora. Vintila Horia describe un ambiente en el que el hombre se siente desplazado y sólo puede, alejándose de la Urbe en la que los ritos inútiles siguen encadenando los deseos más hondos del hombre, abrirse a la espera de algo que pueda colmar su espera. Es lo que todos los hombres, cuando nada los ha distraído ni se han ofuscado en sus propias conquistas llenas de ídolos que son hechura humana, siempre han buscado. A la caída de Augusto le sucede Tiberio, pero en el tránsito algo ha sucedido en una aldea casi desconocida de Judea.
Vintila Horia nace en Rumania en 1915. Fue diplomático en Roma y Viena hasta 1944, año en que es internado en los campos de concentración nazis de Krummhübel y María Pfarr. Fue liberado en junio de 1945, pero obligado ya a vivir en el exilio de por vida.En 1960 publica en París su novela Dios ha nacido en el exilio y consigue el Premio Goncourt, al que se ve obligado a renunciar tras una intensísima campaña de la izquierda, en el poder (capitaneada por Sartre), acusándole de filofascista. Vive en París de 1960 a 1964, año en que regresa a España. Trabajará como profesor en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid y luego como catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alcalá de Henares. Fue Premio Dante Alighieri, de Florencia, en 1981.
Pero como recuperar el alma si Roma tiene multitud de dioses pero nadie se acerca a ellos para rezar. Por eso dice Ovidio: "Se necesitarían nuevas palabras, una nueva visión de la vida y una religión nueva para poder crear un nuevo lenguaje y expresar lo que los hombres de hoy sienten en el fondo de sus corazones y que su ignorancia les impide manifestar por medio de juicios y palabras". La decadencia del Imperio coincide con una atmósfera en la que se está a la espera de una revelación. Por todas partes aparecen indicios de que algo ha empezado a cambiar e incluso llegan noticias de oráculos que hablan de una Mesías judío. Era una necesidad. "Esto no podía durar mucho tiempo. Nuestros sufrimientos tenían un límite y, si ese Dios existía, tenía que apiadarse de nuestras desgracias y hacernos una señal. O quizás ese silencio quisiera significar que Dios no existía. O que todo eso, los muertos, el infinito dolor, el infinito silencio, tenían un sentido que nuestra razón no podía captar". De forma precisa plantea Ovidio la situación del hombre de entonces y de ahora. Vintila Horia describe un ambiente en el que el hombre se siente desplazado y sólo puede, alejándose de la Urbe en la que los ritos inútiles siguen encadenando los deseos más hondos del hombre, abrirse a la espera de algo que pueda colmar su espera. Es lo que todos los hombres, cuando nada los ha distraído ni se han ofuscado en sus propias conquistas llenas de ídolos que son hechura humana, siempre han buscado. A la caída de Augusto le sucede Tiberio, pero en el tránsito algo ha sucedido en una aldea casi desconocida de Judea.
Vintila Horia nace en Rumania en 1915. Fue diplomático en Roma y Viena hasta 1944, año en que es internado en los campos de concentración nazis de Krummhübel y María Pfarr. Fue liberado en junio de 1945, pero obligado ya a vivir en el exilio de por vida.En 1960 publica en París su novela Dios ha nacido en el exilio y consigue el Premio Goncourt, al que se ve obligado a renunciar tras una intensísima campaña de la izquierda, en el poder (capitaneada por Sartre), acusándole de filofascista. Vive en París de 1960 a 1964, año en que regresa a España. Trabajará como profesor en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid y luego como catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alcalá de Henares. Fue Premio Dante Alighieri, de Florencia, en 1981.
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Gracias a Victoria EA
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