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sábado, 30 de octubre de 2010

Photo Gadget Pro v2.4








Modifica el tamaño de tus fotos con un simple clic de ratón

Este sencillo programa añade un nuevo comando al menú contextual de tus fotografías (el que aparece con el botón derecho del ratón) desde el que puedes cambiar el tamaño de las imágenes directamente, es decir, sin pasar por un programa de edición gráfica.

Incluye cuatro tamaños estándar y permite también introducir un tamaño personalizado, modificando una foto o varias al mismo tiempo, seleccionándolas todas a la vez. El programa guarda la foto con el tamaño elegido añadido al nombre del fichero, de forma que la imagen original no se sobrescribe.

Muy práctico para enviar fotos de tamaño reducido por correo electrónico o mensajería instantánea sin tener que pasar por el tedioso proceso de editarlas una a una.

martes, 26 de octubre de 2010

Las fuerzas aéreas fantasma de Ucrania

Tras la disolución de la Unión Soviética, todos sus activos militares quedaron repartidos entre los estados surgidos de las antiguas repúblicas.
En el caso de las fuerzas aéreas, Ucrania fue el segundo mayor receptor de efectivos después de Rusia. Pero posteriormente, a raíz de dificultades económicas, muchas instalaciones y aparatos fueron desmantelados o directamente abandonados.
Uno de los centros que cayeron en el olvido fue la base aérea de Zaporizhia, dónde, aún hoy, todo un ejército del aire sigue esperando en formación.
Vista de la base aérea de Zaporizhia
Vista de la base aérea de Zaporizhia, netwind.ru    


Si vienes siguiendo Soviet Russia, recordarás la visita que hicimos a un antiguo aeródromo soviético en Siberia. Entonces tuvimos ocasión de ver como una decena de reactores L-29 y algunos aparatos más siguen levantando el vuelo, gracias a un grupo de aficionados que rescataron las instalaciones.
Pues bien, ese aeródromo siberiano se queda en nada al lado de la base de Zaporizhia. Mientras que en el aeródromo las instalaciones se limitaban a un par de hangares y los aparatos a esa decena de reactores y un puñado de avionetas y helicópteros civiles; en Zaporizhia las instalaciones son todo un complejo de edificios y hay una flota militar de más de medio centenar de reactores, una veintena de helicópetros Mi-2, una decena de biplanos An-2, un par de An-24 y un enorme Mi-8. Además, también encontramos todo tipo de vehículos pesados como camiones de mantenimiento, radares móviles, torretas de control (como las que vimos en Maryanovka), etc.
Entrada a la base aérea de Zaporizhia
Entrada a la base aérea de Zaporizhia, dnem1    
Como comentábamos al principio, tras la caída de la URSS Ucrania se quedó con buena parte de los efectivos de las fuerzas aéreas soviéticas, ya que éstas se encontraban desplegadas principalmente en la parte occidental del país (sobre todo en Ucrania y Bielorrusia).
A causa del coste económico que tenía para la frágil economía ucraniana mantener semejante número de bases y aparatos, se inició un notable proceso de reducción y optimización de efectivos. Las más destacadas víctimas de este proceso fueron los bombarderos estratégicos Tu-160, Tu-22M y Tu-95, que fueron o vendidos a Rusia a cambio de la condonación de deudas energéticas o destruidos en cumplimiento de la renuncia de Ucrania a mantener misiles intercontinentales y armas nucleares en su arsenal.
Tu-160 desguazado bajo supervisión estadounidense
Tu-160 desguazado bajo supervisión estadounidense, eagle.ru    
Una de las víctimas de este recorte presupuestario fue la base aérea de Zaporizhia (sexta ciudad del país), que en la época soviética había sido dedicada principalmente a la formación de pilotos.
Detalle de los edificios de la base
Detalle de los edificios de la base, dnem1    
Al ser borrada de los planes del ejército ucraniano, la base quedó desierta. Los edificios sin vida fueron degradándose poco a poco (llegándose incluso a derrumbar) y la vegetación empezó a adueñarse del lugar.
Busto de un mariscal (seguramente Ivan Kozhedub) en el centro de la base
Busto de un mariscal (seguramente Iván Kozhedub) en el centro de la base, dnem1    
En las dos pistas del complejo se dejó de escuchar el rugir de los reactores y el batir de las hélices. Pero no por ausencia de aparatos: en sus laterales, en perfecto estado de revista, quedaron alineados decenas de aviones y helicópteros, como si esperaran que un nuevo día tuviese que empezar en la base.
Vista parcial de los aviones y helicópetros de la base
Vista parcial de los aviones y helicópetros de la base, netwind.ru    
Detalle de las filas de reactores estacionados
Detalle de las filas de reactores estacionados, netwind.ru    
Pero el tiempo no pasa en balde para nadie y, poco a poco, los aviones empezaron a notar los efectos de la corrosión y demás rigores metereológicos:
Vista posterior de un An-2
Vista posterior de un An-2, velomashina.com    
Ninguno de los antaño flamantes reactores está ya en condiciones de volar:
Algunos de los L-29 de Zaporizhia
Algunos de los L-29 de Zaporizhia, netwind.ru    
Los helicópetros, huérfanos de sus aspas, no pueden hacer más que apoyarse entre si:
Helicópteros Mi-2 sin rotores
Helicópteros Mi-2 sin rotores, dnem1    
Y los camiones y otros vehículos que antes hacían posible el vuelo de las estrellas rojas, yacen sin futuro alguno:
Algunos de los camiones de la base aérea
Algunos de los camiones de la base aérea, velomashina.com    
Pero al atardecer, si uno cierra un poco los ojos y deja volar la imaginación, es posible soñar que los viejos tiempos han vuelto al aeródromo…
Varios L-29 en primer plano con helicópteros Mi-2 de fondo
Varios L-29 en primer plano con helicópteros Mi-2 de fondo, netwind.ru    
Puedes ver estas y otras fotografías de la base aérea de Zaporizhia en: netwind.ru, velomashina.com y photofile.ru.

viernes, 22 de octubre de 2010

Canelo, el perro que esperó a su dueño 12 años en la puerta de un Hospital


Este es Canelo, un ser excepcional. Su dueño, enfermo del riñón, estaba en diálisis, y todos los días Canelo le acompañaba y le esperaba a la puerta. Hasta que un día no salió. Canelo se negó a moverse de allí, y allí vivió esperando, a la puerta del hospital, durante nada menos que doce años. El perro Canelo ha sido toda una institución en Cádiz, y Cádiz ha demostrado que sus ciudadanos también saben ser fieles. Quizás no tanto como Canelo, pero casi. Hace justo seis años que Canelo se fue con su dueño, pero nadie le ha olvidado, hasta el punto de que Cádiz le ha dedicado la calle en que vivió.

Seguid leyendo: es una de esas historias que vale la pena conocer.

Canelo era, para su dueño, compañía y aliento, y cuando enfermó y se vio sometido a diálisis diaria, el perro Canelo le acompañaba hasta la puerta del gaditano Hospital Puerta del Mar, alias “La Residencia”. Espérame aquí, chaval; y Canelo esperaba, matando las largas horas de la diálisis a base de pensar en el momento en que se abriría la puerta y Dueño saldría por ella. Pero un mal día Dueño no salió: su vida se enganchó entre tubos y agujas, y hubo de quedarse ingresado.
Durante varias semanas, Canelo esperó y esperó. Las enfermeras amigas le traían noticias del amo, recuerdos y besitos, además de comida. Le prepararon una cama de cartones a cubierto, adivinando que el perro no iba a marcharse. Pero su Dueño murió, y Canelo, ay, se negó a entenderlo. Y decidió que allí se quedaba. Y se quedó.
Intentaron buscarle un hogar, pero fue en vano. El perro Canelo no quiso más hogar que aquel que le hacía sentirse a un paso de su dueño. Los laceros de la perrera municipal cogieron un día a Canelo, porque hubo uno que lo denunció, diciendo que había atacado a su perro. Se movieron los trabajadores de la Residencia y los amantes de los animales y pidieron el indulto de Canelo como los pañuelos blancos de una plaza reclaman la vida de un animal bravo y noble. Los vecinos de la Avenida le adoptaron colectivamente, y Canelo fue el perro de todos. Nunca le faltó comida, ni agua, ni una mantita en invierno, ni las caricias que no podía ya prodigarle el amo, ni una palabra de aliento. El pueblo gaditano aceptó chucho (como animal de compañía), y hasta consiguió que el teniente de alcalde de Sanidad, José Blas Fernández, firmara un decreto perdonándole la vida.
AGADEN se encargó del tema sanitario, y Canelo era un perro sano, vacunado y con todos los papeles en regla. Y durante doce años, doce, vagabundeó por los alrededores del hospital haciendo de su callejón su reino, a la espera siempre, con la seguridad absoluta de que su dueño no le había abandonado. Doce años, hasta el mal día en que se dejó el pellejo debajo de las ruedas de un coche, o, quién sabe, pensó “mucho está tardando este, me voy a ver si lo encuentro”.
Cádiz rinde así homenaje a este perro valiente y leal y le ha dedicado el callejón en que pasó su vida. Por lo menos, que nadie olvide que la lealtad y la fidelidad existen.

¿UNA CALLE CON EL NOMBRE DE UN PERRO?
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En la trimilenaria ciudad de Cádiz, un animal escribió con letras de constancia y pulso de lealtad, una de las más hermosas páginas que la humanidad recuerde. Lo llamaron "El perro de Cádiz" y "El perro de todos". Incluso, alguien lo definió como canis viator gardirense, es decir, "perro callejero gaditano".
Este can tiene calle propia. El Ayuntamiento, gracias al empuje de AGADEN (Asociación Gaditana para la Defensa de la Vida y el Estudio de la Naturaleza) y del pueblo entero, le dio su nombre a la vía peatonal adyacente al Hospital Puerta del Mar, donde el chucho pasó sus últimos años. En la citada calle se instaló una rememorativa placa de bronce -obra de la escultora Presentación Navarro-, en la que se lo ve echado, en inequívoca postura de espera.

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Esta historia empezó a rodar al final de la penúltima década del siglo XX, y cuenta con dos protagonistas; un vagabundo doblegado por el padecimiento, y un perro de conducta mansa y silente andar. Para el mendigo su perro lo era todo; amor, amistad, y coraza contra el virulento soplo de la soledad. Y para el perro su dueño significaba el lenguaje pleno reducido a dos palabras; un amigo. Las calles gaditanas los vieron pasar enhebrando paseos y alegrías; el hombre vigilando su can con la amplitud de su cariño, y el can husmeando en cada rincón, y enredándose en breves carreras con oponentes imaginarios.
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El indigente, una persona de salud quebrantada, albergaba en su interior un desagradable invasor; una enfermedad renal que le exigía someterse a diálisis cada semana. El perro, cual sombra asociada, iba con él hasta la entrada del Hospital Puerta del Mar.
Aquella mañana el mendigo se despidió de su mascota:
-Espérame aquí, compañero.
Y el "compañero", como siempre, se quedó allí; firme.

Pero ese día la dolencia derivó en gravedad, y el paciente fue ingresado de urgencia. Mientras tanto, el chucho calmamente aguardaba al amigo.
Y se produjo lo inevitable, ¡la muerte llegó sin preámbulos y al enfermo le firmó el fin de su existencia!
El perro desconocía que el amor y las caricias nunca más tornarían.

Por la puerta que enmarcaba el regreso, el amigo no salió. Tal vez la muerte, en un gesto bondadoso, le dio otro camino a la retirada, librando al animal del trauma de la separación.
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Las horas fueron cayendo en el depósito del tiempo, y el portento del reencuentro se resistía a mostrar su rostro amable. En la memoria del can resonaba la frase que marcaría el comienzo de su desamparo: "Espérame aquí, compañero". Y ahí se mantenía, repasando con mirar prolijo las figuras de quienes abandonaban el centro sanitario.



Las jornadas pasaron y las preguntas corrieron rumbo al entendimiento de Cádiz; ¿qué hacía ese perro en la puerta del hospital? ¿Por qué sus ojos siempre estaban clavados en la entrada? ¿Por qué volvía cuándo lo espantaban? La búsqueda de respuestas fue abonando la curiosidad popular. Empero, pronto la verdad destapó la razón del extraño comportamiento; el perro aguardaba a su dueño, y su dueño había muerto al otro lado de la puerta.
Rápidamente el drama del animal empezó a hallar cobijo en todas las conversaciones, y se referían a él por el apelativo de Canelo, el color de su pelo. Y Canelo poco a poco se fue convirtiendo en la personificación de la lealtad.


El personal del hospital, los vecinos, y los taxistas con parada en el lugar, acoplaron el esmero al respeto, y lo atendieron en sus necesidades. Mas, por timidez o por un reflejo de cortesía el chucho rechazaba el agua y la comida. No obstante, en el momento que la debilidad se impuso, la merma de fuerzas le aconsejó aceptar las invitaciones. Comía y bebía con gesto humilde y miradas agradecidas, meneando la cola en réplica a las caricias que le daban.
Muchos quisieron adoptarlo, pero en Canelo la determinación lucía un único tono; la fidelidad. Y la fidelidad lo estancaba en señera actitud, y con la imagen del amigo refugiada en su memoria; deseando verlo aparecer con la sangre renovada, enarbolando una sonrisa, y trayendo en las manos el contacto que premiaría la espera.

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Los días transcurrieron conformando meses, los meses al agruparse formaron años, y los años agigantaron su desdicha en la emoción de la gente. Pero él aguantaba, ungido de firmeza, inaccesible al desaliento, y con la intemperie como abrigo.
Las crónicas de entonces registran: "Desde Estados Unidos llegó una caseta de can para que fuera su vivienda, pero las ordenanzas municipales prohibían su instalación a las puertas del hospital". Canelo ni se inmutó por la rigidez del Ayuntamiento, y continuó siendo lo que siempre había sido; un "sin techo".

La triste historia de este perro triste obtuvo resonancia nacional e internacional. De él se ocuparon numerosos medios de comunicación, y apareció en los noticieros de todo el mundo. La BBC le dedicó un documental tierno y conmovedor.

Una mañana, Canelo sintió que algo en forma de redondel silbaba sobre su cabeza, y antes que el instinto lo catapultara al salto de la fuga, la cuerda aterrizó en su cuerpo y un tirón apretó el nudo del rigor cortándole la respiración. Quedó con las patas abanicando el aire, haciendo de la impotencia el cepo de su desesperación. Los laceros lo llevaron a la perrera. Sin una queja, Canelo integró su mansedumbre en los ladridos de los otros ocupantes del lugar -verdadero corredor de la muerte para los animales sin hogar-. ¿Qué había ocurrido? Pues, que un caballero presentó una denuncia, quejándose de la permisividad otorgada al can tan cerca del acceso al hospital, sin contemplar el riesgo para la salud pública.
La reacción no tardó en emerger; los gaditanos, con AGADEN al frente, se aunaron en el grito y arremetieron contra las autoridades municipales. El empeño popular obró el prodigio de la rectificación. El Ayuntamiento decidió poner en la liberación una vertiente de simpatía, y lo convirtió en "perro indultado" (privando así a la perrera de su huésped más ilustre). La presión del pueblo salvó a Canelo del "aislamiento preventivo" y de la guadaña sanitaria.
AGADEN se hizo cargo de él, y tras vacunarlo y desparasitarlo, le arregló la documentación a fin de que dejara de ser un "sin papeles". Y nuevamente hubo personas que intentaron adoptarlo. Intentos baldíos, ya que se escapaba y volvía al sitio; a la atalaya de la expectativa. A él le constaba que su amigo entró por ahí y por ahí tendría que salir.
El 9 de diciembre de 2002, días antes que el nuevo año desembarcara con sus campanadas, brindis y alegría, Canelo, ahogado por la espera, cruzó una calle en pos de un respiro, y la muerte vino a su encuentro montada en el ímpetu motorizado. En las inmediaciones del Hotel Playa Victoria, el descuido de un conductor lo descabalgó de la vida. El desaprensivo, al amparo de los reflejos de la chapa de su automóvil, huyó a ocultarse entre los pliegues del anonimato. Canelo acabó tumbado, vencido; sintiendo los pulmones en fase decreciente, y maquillando el rostro del asfalto con su sangre generosa.
La noticia ¡estremeció la ciudad! ¡La mudez se apoderó de las gargantas! Los niños mordieron sus risas, la actividad arrió banderas, la ambición detuvo los vaivenes, y el pueblo buscó en los corazones una lágrima de consuelo. En la atmósfera se palpaba el desgarro del silencio. A los ojos de Cádiz subió la tristeza, y el pesar congeló todos los gestos; el perro más querido se había marchado a los puertos del adiós.

Así concluyeron doce años de inútil espera. Doce años consumidos palmo a palmo, minuto a minuto, mirada a mirada; ensamblando luces y sombras, fríos y calores, céfiros y tormentas. Canelo, al morir, su postrer pensamiento viajó hasta el añorado amigo, llevándose cual regalo de despedida, el recuerdo del arrullo de sus palabras, la tibieza de su mano cariñosa, y el tintineo de su sonrisa.

La vida de Canelo se escurrió por la estela dibujada con su lealtad, pero nos dejó lo único que nos podía dejar; un inolvidable mensaje de amor. El olvido no ha borrado su huella. Su infelicidad permanece engarzada a la memoria de aquellos que lo amaron. Gente que tránsida de emoción, al pie de la placa estampó esta leyenda: "A Canelo, que durante 12 años esperó a las puertas del hospital a su amo fallecido. El pueblo de Cádiz como homenaje a su fidelidad. -Mayo de 2003".




Este modesto animal, ergo haber vivido en estado de abandono, pasó a ser la musa de una pléyade de artistas, saltanto de las bellas artes a la música, y de la música a las letras. Miguel Torres López lo incluyó en su novela "Los que esperan". Pépin Muriel le dedicó el libro infantil "El perro Canelo". El poeta Juan Pablo le hizo un poema "A Canelo", al que pertenecen estos versos: "Te encuentro siempre triste y abatido, pero atento adonde tu mirada alcanza, porque aún no has perdido la esperanza, ni aceptas que tu amo se haya ido".

El dia mas triste en la Formula 1

El 29 de junio probablemente, fue uno de los días más tristes de la Fórmula 1. Roger Williamson corría su segunda carrera. El Gran Premio de Holanda en el circuito de Zandvoort, que había vuelto a la Fórmula 1 tras ser apartado del calendario del año previo para ser sometido a mejoras de seguridad, que incluían nuevo asfalto del circuito, nuevas barreras y la creación de una torre de vigilancia del circuito.

Durante la carrera, uno de los neumáticos de Williamson sufrió un reventón. Impactando contra las barreras, catapultado a una distancia de 275 metros por la pista y acabar finalmente boca abajo, después de que el depósito de combustible se incendiase debido al roce contra el suelo.


David Purley, amigo de Williamson, aunque no compañero de escudería, salió de su propio coche en un intento desesperado de salvar al piloto accidentado. Williamson no había sido herido de gravedad, y se lo llegó a oír gritando que le sacaran del coche, mientras Purley intentaba en vano voltear el coche volcado. En principio, los comentaristas de la televisión holandesa, el control de carrera y algunos otros pilotos asumieron que fue el coche de Purley el que sufrió el accidente, y que el piloto había escapado indemne, lo cual resultó en que la carrera prosiguió con total normalidad.

Los comisarios de la esquina donde había ocurrido el accidente estaban mal entrenados y equipados, de modo que fue el propio Purley quien debió usar el extintor para tratar de apagar el fuego. La vestimenta de los comisarios no era ignífuga, de modo que éstos se limitaron a esperar a que llegase el camión de bomberos mientras la carrera seguía en progreso. El fuego fue relativamente débil durante tres minutos, tiempo suficiente para voltear el coche y sacar a Williamson, pero Purley no podía hacerlo solo.

En lo que ha sido considerado como el aspecto más impactante del incidente, uno de los comisarios intentó alejar a Purley de allí mientras Williamson permanecía atrapado e indefenso. Algunos espectadores, ante la indiferencia de los comisarios, intentaron saltar las vallas de seguridad y entrar al circuito, pero les fue impedido por el personal de seguridad, que empleó perros.


Para cuando el camión de bomberos llegó, Williamson había muerto. Los comisarios se limitaron a colocar un manto blanco sobre los restos del coche y dejar que continuara la carrera.

Probablemente, éste fue uno de los días más tristes de la Fórmula 1.

La pérdida de Williamson fue representativa de las muertes o lesiones de muchos pilotos de la época, y fue la primera vez que un evento tan trágico era retransmitido por televisión para un público tan amplio.


Varias fotografías de las tomadas por Cor Mooji de los intentos de David Purley por salvar a Williamson obtuvieron el premio World Press Photo de deportes en 1974.


Vídeo completo con el sonido original de la retransmisión de la televisión holandesa

jueves, 21 de octubre de 2010

Mont Saint Michel

No, estos no son las escenas del Señor de Los Anillos, aunque este castillo fuera un prototipo de la torre de Tolkien. Esto es una isla rocosa de marea  Mont Saint Michel, localizado en Francia. El primer establecimiento fue construido aquí en 709. El diámetro de esta isla es de casi 1km. Se eleva a 92m sobre el nivel de mar. Conocen esta isla en Europa por sus mareas  que alcanzan hasta 9m y la convierten en una isla o una medio-isla de tiempo en tiempo.  Mont Saint Michel fue declarado un monumento histórico en 1874. Hoy viven en el 80 ciudadano, incluyendo a 50 monjes.

Desde Google Maps también puede verse... queda en Francia

Mont Saint Michel - A Rocky Town in the Middle of the Sea (14 pics)
Mont Saint Michel - A Rocky Town in the Middle of the Sea (14 pics)
Mont Saint Michel - A Rocky Town in the Middle of the Sea (14 pics)
Mont Saint Michel - A Rocky Town in the Middle of the Sea (14 pics)
Mont Saint Michel - A Rocky Town in the Middle of the Sea (14 pics)
Mont Saint Michel - A Rocky Town in the Middle of the Sea (14 pics)
Mont Saint Michel - A Rocky Town in the Middle of the Sea (14 pics)
Mont Saint Michel - A Rocky Town in the Middle of the Sea (14 pics)
Mont Saint Michel - A Rocky Town in the Middle of the Sea (14 pics)
Mont Saint Michel - A Rocky Town in the Middle of the Sea (14 pics)
Mont Saint Michel - A Rocky Town in the Middle of the Sea (14 pics)
Mont Saint Michel - A Rocky Town in the Middle of the Sea (14 pics)
Mont Saint Michel - A Rocky Town in the Middle of the Sea (14 pics)
Mont Saint Michel - A Rocky Town in the Middle of the Sea (14 pics)