Un equipo de físicos norteamericanos anunció el pasado mes de abril que había encontrado sobre la superficie de la Luna un instrumento que la Unión Soviética había perdido hace casi cuarenta años. Se trataba del Lunokhod 1, un reflector enviado a bordo de la misión no tripulada Luna 17, que aterrizó sobre nuestro satélite natural en noviembre de 1970. La sorpresa fue mayúscula, pero no se ha quedado ahí. Resulta que el reflector sigue funcionando y está enviando fortísimos pulsos de láser a la Tierra. Los científicos están admirados, ya que resulta increíble que un viejo cacharro cubierto de polvo lunar todavía responda y pueda ser útil para investigaciones de primer nivel. Incluso para buscarle las cosquillas a la Teoría de la Relatividad de Einstein.
«Apuntamos un láser hacia la posición del Lunokhod 1 y nos quedamos estupefactos por el poder del reflector», afirma Tom Murphy, de la Universidad de San Diego UC, quien dirige el equipo investigador que ha conseguido que el robot soviético vuelva al trabajo. «Lunokhod 1 nos habla alto y claro», asegura satisfecho.
La misión Luna 17, que llevaba a bordo el reflector láser de fabricación francesa, aterrizó sobre la superficie selenita el 17 de noviembre de 1970. Fue uno de los grandes éxitos del viejo programa soviético de exploración lunar, cuyas hazañas fueron eclipsadas por las misiones Apolo norteamericanas. La revista Time describría así el histórico aterrizaje: «Tres horas después de alcanzar la Luna a bordo de la última sonda no tripulada, Lunokhod (literalmente, el caminante lunar), se desplazó pesadamente por una de las dos rampas de la nave nodriza y se movió hacia delante, dando así su primer paso».
El robot con control remoto viajó casi 7 kilómetros durante su gira de once meses lunares. Transmitió miles de imágenes de televisión y cientos de panorámicas de alta resolución. Además, analizó muestras de suelo lunar en 500 puntos. Después, simplemente se perdió. El 14 de noviembre de 1971 se hizo el silencio, un silencio que se mantuvo hasta que el mes pasado la sonda de la NASA para el estudio de la Luna Lunar Reconnaisance Orbiter lo encontró de nuevo.
El 22 de abril, Murphy y su equipo enviaron pulsos de luz láser desde el telescopio de 3,5 metros de Observatorio Apache Point en Nuevo México, enfocando su objetivo gracias a las coordenadas proporcionadas por el LRO. El reflector interceptó los pulsos y envió una clara señal a la Tierra. La reacción principal de Murphy fue de incredulidad. «La señal era tan fuerte que pensé que no era posible, pero lo era», señala. «Tenemos alrededor de 2.000 fotones del Lunokhod 1 en nuestro primer intento. Después de cuarenta años de silencio, este rover tiene mucho que decir».
El hallazgo servirá a los científicos para buscar desviaciones de la Teoría de la Relatividad de Einstein, para lo que miden con la precisión de un milímetro, aproximadamente el grosor de un clip, la órbita lunar. Para ello utilizan los reflectores láser de luz colocados en la Luna por las misiones Apolo 11, 14 y 15 y otro soviético, el Lunokhod 2, aunque este último no funciona correctamente. Los investigadores están entusiasmados con la idea de tener al Lunokhod 1 en marcha, ya que podrá proporcionar más información a su trabajo. Que además funcione mejor que su gemelo resulta un misterio.
Repitiendo las mediciones durante meses o años, los científicos podrán trazar la órbita lunar con una precisión milimétrica.
«Apuntamos un láser hacia la posición del Lunokhod 1 y nos quedamos estupefactos por el poder del reflector», afirma Tom Murphy, de la Universidad de San Diego UC, quien dirige el equipo investigador que ha conseguido que el robot soviético vuelva al trabajo. «Lunokhod 1 nos habla alto y claro», asegura satisfecho.
La misión Luna 17, que llevaba a bordo el reflector láser de fabricación francesa, aterrizó sobre la superficie selenita el 17 de noviembre de 1970. Fue uno de los grandes éxitos del viejo programa soviético de exploración lunar, cuyas hazañas fueron eclipsadas por las misiones Apolo norteamericanas. La revista Time describría así el histórico aterrizaje: «Tres horas después de alcanzar la Luna a bordo de la última sonda no tripulada, Lunokhod (literalmente, el caminante lunar), se desplazó pesadamente por una de las dos rampas de la nave nodriza y se movió hacia delante, dando así su primer paso».
El robot con control remoto viajó casi 7 kilómetros durante su gira de once meses lunares. Transmitió miles de imágenes de televisión y cientos de panorámicas de alta resolución. Además, analizó muestras de suelo lunar en 500 puntos. Después, simplemente se perdió. El 14 de noviembre de 1971 se hizo el silencio, un silencio que se mantuvo hasta que el mes pasado la sonda de la NASA para el estudio de la Luna Lunar Reconnaisance Orbiter lo encontró de nuevo.
El 22 de abril, Murphy y su equipo enviaron pulsos de luz láser desde el telescopio de 3,5 metros de Observatorio Apache Point en Nuevo México, enfocando su objetivo gracias a las coordenadas proporcionadas por el LRO. El reflector interceptó los pulsos y envió una clara señal a la Tierra. La reacción principal de Murphy fue de incredulidad. «La señal era tan fuerte que pensé que no era posible, pero lo era», señala. «Tenemos alrededor de 2.000 fotones del Lunokhod 1 en nuestro primer intento. Después de cuarenta años de silencio, este rover tiene mucho que decir».
El hallazgo servirá a los científicos para buscar desviaciones de la Teoría de la Relatividad de Einstein, para lo que miden con la precisión de un milímetro, aproximadamente el grosor de un clip, la órbita lunar. Para ello utilizan los reflectores láser de luz colocados en la Luna por las misiones Apolo 11, 14 y 15 y otro soviético, el Lunokhod 2, aunque este último no funciona correctamente. Los investigadores están entusiasmados con la idea de tener al Lunokhod 1 en marcha, ya que podrá proporcionar más información a su trabajo. Que además funcione mejor que su gemelo resulta un misterio.
Repitiendo las mediciones durante meses o años, los científicos podrán trazar la órbita lunar con una precisión milimétrica.
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