Este maravilloso efecto visual son las olas bioluminiscentes u olas de neón y son el producto de la actividad de millones de organismos microscópicos que poseen la capacidad de brillar en según qué circunstancias. Los bichitos en cuestión son los Lingulodinium polyedrum, o dinoflagelados que brillan como luciérnagas cuando son perturbados. Por este motivo, solo brillan cuando son arrastrados en las crestas de las olas o cuando éstas rompen en la playa.
Para poder disfrutar de esta pequeña maravilla de la naturaleza deben de darse ciertas condiciones. Estos pequeños seres viven y se alimentan del plancton marino y se suelen concentrar en fondos marinos ricos en coral. A finales de la primavera y comienzos del verano, los cambios bruscos de la temperatura del agua suelen provocar desajustes reproductivos de las poblaciones que crecen de manera desaforada y producen a veces que estas nubes de bacterias sean arrastradas hasta las costas. Pese a lo idílico que puede ser darse un baño en aguas brillantes, la aparición de estas olas de neón suelen ser presagio de una marea roja, que no es más que la acumulación en exceso de estas bacterias, que a la luz del día se ven de ese color. El fenómeno se puede producir en cualquier lugar del planeta, aunque lo más normal es poder observarlo en aguas oceánicas relativamente templadas.
Sin duda, todo un espectáculo nocturno que por lo efímero, pocos tienen la suerte de disfrutar.
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