Existen muchísimos casos a lo largo de la historia en la que los niños son abandonados por diferentes motivos y conviven durante muchos años con animales. En esta convivencia adoptan las costumbres de vida de dichos animales, desapareciendo prácticamente por completo los rasgos o características típicas de los humanos. Se mueven como ellos, comen como ellos e incluso imitan a la perfección todos los sonidos que ellos. En la mayoría de casos se suele hablar de niños lobo, pero también existen muchísimas más especies de animales que han “adoptado” a estos niños, como cabras, perros, puercos salvajes y, en este caso, gallinas.
La “niña pollo” de Portugal, como se dio a conocer en los medios, se llama Maria Isabel Quaresma Dos Santos fue encontrada en enero de 1980 cuando tenía 9 años de edad. La encontraron encerrada en un gallinero, en Tábua (Distrito de Coimbra), Portugal.
Maria Isabel nació el 6 de Julio de 1970, al año de nacer, su madre, Idalina Quaresma do Santos la encerró en un gallinero de la finca, donde pasaría prácticamente toda su infancia. La madre tenía graves deficiencias mentales y consideraba que M.Isabel no formaba parte de la familia. Los tres hermanos mayores de M.Isabel no corrieron la misma suerte y vivieron una infancia relativamente normal, acudiendo a la escuela y con las relaciones típicas con el resto de niños de la comunidad.
Tábua es una pequeña aldea agrícola y ganadera del norte de Portugal. Pocos habitantes que se dedican a sus trabajos en el campo y no se inmiscuyen en los asuntos de sus vecinos, por este motivo, pese a que todos conocían el caso de esta niña, nadie lo denunció ni hizo nada por remediarlo.
En 1980, una organización religiosa se hizo cargo de la niña y consiguió internarla durante un periodo corto de tiempo en una institución, a la espera de encontrar algo mejor y a más largo plazo, pero sorprendentemente, la niña fue devuelta a su familia al poco tiempo por dejar de hacerse cargo esta ¿Organización religiosa?…
Pero el caso saltó a los medios y una mujer, Maria Joâo de Oliveira Bichâo, que trabajaba como radióloga en el hospital de Torres Vedras, decidió tomar cartas en el asunto y a través de unas religiosas y de los servicios sociales. Lo que encontró esta mujer fue una niña totalmente salvaje que manifestaba claramente las mismas reacciones que las gallinas. Caminaba como ellas y movía continuamente sus brazos como si fuesen las alas, tenía las manos llenas de callos pues jamás había caminado erguida, durante años, se había alimentado con la misma comida que las gallinas lo que le había producido graves problemas de crecimiento. Pese a tener casi diez años, su edad cerebral se había estancado a los dos, no sabía hablar y tan solo emitía cacareos. No tenía absolutamente ninguna educación higiénica y intercalaba en su carácter estallidos de cólera con episodios de reclusión interior, sin prestar el más mínimo interés a los estímulos exteriores.
La señora Maria Joâo, llevó a la niña a distintos hospital para que fuese estudiada y reconocida por los médicos. Pero el caso parecía no interesar demasiado a nadie y otra vez, increíblemente, la autoridades obligaron a devolver a la niña a la familia. Hasta que poco tiempo después, vía denuncias judiciales, la niña sería internada por fin una institución psiquiátrica de Lisboa, allí pasó un tiempo hasta que fue trasladada a la casa del buen samaritano, una institución para niños con deficiencias mentales, donde ha estado hasta nuestros días.
Las terapias no han tenido mucho éxito, su edad mental continua estancada en los dos años y pese a que ha aprendido a caminar y a mostrar algunas reacciones como amor o miedo, la década de convivencia con las gallinas han mermado tanto sus capacidades físicas y mentales que ya no tienen solución.
Un caso terrible, pero no único, pues existen casi 200 casos similares documentados en los dos últimos siglos.
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