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lunes, 18 de octubre de 2010

Venus de Milo, verdadero o falso

Según la historia oficial, o mejor dicho, la historia oficializada, la Venus de Milo, una de las piezas más representativas del período helenístico, supuestamente cincelada entre 130 y 100 a.c., fue encontrada en el año 1820 por un campesino llamado Yórgos Kendrotás, en la isla de Melos, enterrada sobre la costa del mar Egeo. Hasta ese momento, se dice, estaba completa, con sus brazos en perfecto estado. El campesino comenzó un operativo para venderla, sin conocer el valor histórico que tenía. La compró un oficial francés, el oficial francés se la vendió a un clérigo, el clérigo al Marqués de Riviere, el embajador francés en Constantinopla, quien se la regaló al Rey Luis XVIII. Fue así que la Venus llegó a París. Actualmente está expuesta en el Museo de Louvre. Los brazos, continúa la historia oficializada, se rompieron mientras la cargaban en el barco para transportarla.

Todo muy bonito, pero falso.

Primera cuestión y probablemente la más polémica: no es una pieza del período helenístico. Se supone que fue esculpida por lo menos siete siglos después, siguiendo los lineamientos de la escuela griega. Estaba firmada por su autor, pero los directivos del Louvre se encargaron de borrar la firma. También le sacaron la mitad de la base donde está apoyada. Los cambios, obviamente, se hicieron para lograr coherencia estética con lo que el museo promociona.

La versión de los brazos es también apócrifa, la Venus de Milo fue mutilada en el mismo Louvre, de hecho, la famosa mano con la manzana y parte de su brazo están guardados en los depósitos. Se lo cortaron para mantener la simetría y para agregarle valor histórico.

Hubo una gran discusión detrás de estos cambios forzados. Es claro que la decisión final fue tomada a favor de inventar un tesoro del arte universal. Hay quienes la admiran su belleza -se escribieron miles de textos que la analizan, aunque nunca se preguntaron si verdaderamente tiene el valor que le adjudican-, pero también hay quienes la detestan, como el caso del plástico francés Pierre Auguste Renoir, célebre por sus obras y por su conocimiento sobre la historia del arte, quien directamente la tildó de “Gendarme desproporcionado”. 
 

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